Simplemente. No podemos decir que se ha ejecutado un buen proyecto contract de reforma o nueva construcción si éste no se adecua a las necesidades reales de quien habita y/o va a habitar el espacio. Parece una verdad de Perogrullo pero no lo es.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en algún hotel con un interiorismo precioso, de revista, que luego ha resultado poco práctico? Suelos brillantes, preciosos, que resbalan; mamparas de diseño que permiten que el baño quede inundado; escritorios de altura inalcanzable; y así, muchos más casos de los deseados...
Y es que, a veces, reconozcamos que el arquitecto, interiorista, instalador o incluso el propio propietario del establecimiento, entra en una "ceguera" en la que la propia motivación e ilusión por el resultado del proyecto le lleva a no ver más allá. Pero resulta que los espacios, claro, están para vivirlos y, si perdemos ese objetivo final, podemos obstaculizar que efectivamente así sea.
La recomendación, lo que ya sabemos: pensar en lo estético y en lo funcional. Quién, cómo, dónde, cuándo y con qué finalidad va a moverse por ese entorno. Qué espera, cómo piensa, cuál es su comportamiento... Cuantos más datos, más adecuado será el proyecto. Y, entonces sí, si el proyecto es espectacular, de diseño, armónico con el entorno, innovador..., y además adecuado, enhorabuena, ¡estamos ante el proyecto perfecto!